La Pascua ortodoxa se acerca sigilosamente a nosotros y, con ella, nuestra emoción crece ante la perspectiva de probar algo de esa increíble magiritsa una vez más. La sopa de entrañas de cordero, arroz, limón y huevo es un éxito absoluto (o puede que solo sea yo y mi paladar prejuicioso) por estas fechas. Pero yo divago.
La Pascua ortodoxa se celebra tradicionalmente en toda Grecia, con el(los) cordero(s) ensartado(s) sobre el fuego durante varias horas, con vino y baile y todo lo que esperarías que tuviera una juerga griega. Incluyendo rotura de objetos.
Y en Corfú, hacen precisamente eso. En una tradición que se remonta a los venecianos que una vez ocuparon esta isla, se arrojan macetas y jarrones desde los balcones para señalar el comienzo de la fiesta.
Los venecianos fueron los que introdujeron esto, ya que fue durante la víspera de Año Nuevo que tiraron sus cosas viejas con la esperanza de obtener cosas nuevas para el nuevo año. Esta tradición de alguna manera se transmitió a los griegos que se involucraron en un punto de apropiación cultural para reinventar este festival de ruido y rotura. En los días venecianos, la gente tiraba cosas viejas de todo tipo. Ahora, la gente arroja a la calle cántaros, jarrones y ollas llenos de agua en lo que suele ser un asunto carnavalesco que le suma teatralidad.
Las fiestas comienzan el Domingo de Ramos con la letanía de San Spiridon, acompañada por la orquesta Filarmónica por toda la ciudad. La verdadera chispa llega el Viernes Santo cuando la procesión del Epitafio comienza al mediodía con varios epitafios como la Panagia Spiliotissa y el Pantokrator en Kampeio, así como la Diócesis Católica (la Pascua católica y ortodoxa se sincroniza en Corfú).
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Por supuesto, vale la pena mencionar que gran parte del disfrute se deriva de la impresionante arquitectura que los venecianos legaron a la isla. Caminar por el antiguo puerto con sus edificios rústicos y las cúpulas de las iglesias antiguas es realmente mágico, y esa sensación aumenta a medida que paseas por las plazas empedradas salpicadas de cafés en cada acera. Escuchar la Filarmónica solo aumenta tu estimulación sensorial. Combina eso con el olor a primavera y ¡listo! Estás en Corfú.
